domingo, 26 de agosto de 2012

El cuarderno de Jorge Tabuenca: Donde nació Purito

Lo prometido es deuda, el periodista aragonés Jorge Tabuenca nos abre las páginas de su cuardeno para ir entregándonos una serie de artículos sobre la historia emocional de las próximas llegadas de la Vuelta a España.


Las cuestas de Montjuic descubrieron a un menudo chaval que hoy llegará de rojo a esa misma montaña. Unas cuestas que cambiaron su nombre, de Joaquim a Purito, y que le encumbraron en todas las categorías en la extinta Escalada a Montjuic. Para él es su montaña mágica, como lo fue para Gimondi en el 73 o Criquelion en el 84, cuando se vistieron el arcoiris. La Barcelona ciclista une inexorablemente su nombre al de su montaña olímpica. Mucho de lo bueno y lo malo que ha acontecido sobre dos ruedas en la Ciudad Condal ha sucedido en las empinadas rampas de Montjuic. 


Desde muy niño, Joaquim Rodríguez vio a los ases del momento disputarse la última gloria de la temporada en Montjuic, llegó a triunfar en todas las categorías de la Escalada antes de que el pelotón mundial le conociera como Purito y hoy en sus cuestas paseará su maillot de líder de la Vuelta. Pero excepto para unos elegidos, Montjuic no suele ser una montaña amable para los ciclistas. La dureza de sus rampas y la peligrosidad de su descenso ha dado más de una historia a la leyenda ciclista. Las épicas victorias de mitos como Gimondi y Criquelion contrastan con los dos polémicos últimos pasos de la Vuelta por sus cuestas. 

La última de ellas, en 1999, provocó un plante de los corredores a causa de la peligrosidad del circuito, amenazaron con no salir en la etapa, provocaron un parón y lograron reducir la distancia a unos juveniles 94 kilómetros. Se conjuraron para hacer la etapa como si fuera una neutralizada, pero un equipo y un corredor, el Costa de Almería de Fabio Roscioli decidieron que si se corría, ellos disputaban. Y bajo una intensa lluvía, el italiano se hacía con el triunfo en Barcelona. 

Aquella etapa aparecía en aquella edición de 1999 como un intento de la organización de resarcirse del pequeño fiasco que sufrió ese casi idéntico recorrido alrededor de la montaña de Montjuic en 1995. Era una Vuelta dominada por completo por Laurent Jalabert, y en aquel exigente recorrido, hecho a su medida, no quería fallar. No erró, ganó, pero en una etapa que se redujo en su disputa a la mitad. De nuevo, las mismas pautas, aunque sin lluvia: un recorrido urbano, peligrosos descenso y la sospecha no aceptada que era tan exigente como para mandar fuera de control a medio pelotón. Una caída a los cuatro kilómetros sirvió a los 'capos' del pelotón para neutralizar más de media etapa y solo 'disputar' los últimos 50 kilómetros. A Jalabert le daba igual, él en esa Vuelta solo ganaba y ganaba. 

Esas dos experiencias fallidas provocaron un alejamiento entre Barcelona y la Vuelta, que no se ha resuelto hasta este año, y eligiendo un recorrido Tour. Sí, similar a la llegada de la ronda gala a Barcelona en 2009, la segunda en 44 años. Ganó un ciclista total, Thor Hushovd, al que recomiendo ver esprintar en el mundial sub'23 de Valkenburg en 1998, con 20 añitos y 100 kilos soportados por las bielas de su bici. Pese a volver a llover, la llegada fue un éxito. La Vuelta no quiere más experimentos en Barcelona y diseña la etapa con un recorrido similar y en domingo. Busca el aplauso antes del descanso. 

Pero de todos los momentos que ha facilitado Barcelona y su montaña olímpica al ciclismo, dos sobresalen por encima de todos: la victoria de Gimondi en el mundial 73, con un Ocaña que ansiaba ese arcoiris, y la gesta brutal y descerebrada, tan suya, tan genial, de un ciclista que nació bajo un bombardeo: José Pérez Francés. Es uno de esos ciclistas olvidados, malditos, aquellos que siempre quisieron hacer las cosas a su manera y a los que una traición dolía como la muerte. Le tocó correr en una época con rivales como Bahamontes, con quien se negaba el saludo, Poulidor o Anquetil. Llegó a ser podio en el Tour y ganar en Barcelona, donde vivía pese a ser cántabro, tras 200 kilómetros escapado y con la máquina del KAS tirando por detrás. Quizá no sean tiempos para repetir estas gestas, y menos si corres en un equipo que mide todo al milímetro como Sky, pero si alguien conoce la gesta de Peréz Francés es Juan Antonio Flecha. Otro nombre a apuntar para hoy.

No hay comentarios:

Publicar un comentario