miércoles, 6 de julio de 2011

Primera colaboración, Mario Hinojosa: Sobre héroes y tumbas


Una mañana, de excursión por esas carreteras secundarias en las cercanías de Illueca, nos topamos con un grupo de ciclistas custodiados por la Guardia Civil, era la Vuelta a Aragón de 2003, allí pude ver en el arco iris de maillots, escondido, un cuerpo menudo, esquelético, casi enfermizo, de rostro asolado por la tristeza.

No llevaba la mítica equipación del Carrera, ni era El diablo Claudio Chiappucci, viajaba escondido dentro de un extraño gorro. Entonces me vino de golpe, del cofre del tiempo, una imagen, era un tórrido mes de julio, como siempre que sucede todo en el ciclismo, 1994, otra vez el tipo escuálido que acaba de ver en directo, pero más feliz, pícaro, sonriente, como un niño, tocando la gloria en los Campos Elíseos.

Consiguió algo increíble, se introdujo en nuestras casas como un soplo de aire fresco, en mis chapas oxidadas quedaban las fotos descoloridas de José Luis Laguía y de Perico Delgado, yo también volví a sonreír ese verano del 94 y supe que las cimas del asfalto no sólo las sobrevuelan el águila o el cóndor, también las puede abordar un pirata, esa belleza épica hecha de carne pegada al hueso que era Marco Pantani, y terminé de enamorarme de sus pedaladas violentas y poseídas en el Galibier, tomado, conquistado en 1998 por el paquidermo de Cesenatico, destrozando al poderoso Jan Ullrich. Pantani en su avispero favorito, concentrado, desafiando la ley de la gravedad, en trance, rabioso y solo, muy solo, como cuando en 2004 se encerró en un habitación de Rimini entre cuatro paredes, pedaleó y pedaleó pero no encontró la salida, allí ya no estaban ni los Alpes, ni los Pirineos, ni los Dolomitas, allí comprendió por primera vez que era humano.


Mario Hinojosa es escritor, aragonés de Teruel y amante de la radio y el ciclismo (entre otras cosas), militante activo, esta es su primera colaboración en el blog.

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